viernes, 20 de marzo de 2015

Hay que Preguntarles a los Muchachos del TSE





Don Carlos D. Mesa en una serie de columnas publicadas en estos días en matutinos de circulación nacional ha reflexionado sobre el escenario de la “derecha” y la “izquierda” nacional y latinoamericana. Para leerlo. De la profunda derecha involucionista y los derechistas de brote y partida hay poco que decir, excepto tal vez que la economía del mercado, el individualismo y la exclusión social sean lacras del liberalismo tecnocrático inevitables en cualquier nación y en cualquier gobierno aun bajo férrea administración socialista. La gente de la derecha simplemente es como es, sin siquiera ruborizarse.

La legitima izquierda latinoamericana, una corriente vigorosa que aspiró a recuperar las utopías enunciadas hace mas de medio siglo, lo ha hecho con éxito dispar de acuerdo a las coyunturas (económicas) por las que transcurrían las naciones de casi toda América Latina. Cuba respetada de lejos, ha mantenido un sistema “químicamente puro” que en los últimos 20 años hace aguas por una innumerable cantidad de ratoneras que los propios cubanos reconocen como estructurales.
La izquierda en esta parte del mundo es un prototipo tan original como curioso. Los héroes de la recuperación de la democracia, venerados en sus pueblos resultaron al final, ser mas o menos son como todos nosotros. Gente de la clase media fascinada con la pobreza (ajena), pero que se rehúsa a renunciar al iPad o a su tarjeta de crédito y es partidaria de una especie de culto a la miseria (aunque sientan pánico de ser pobres) El mejor personaje para admirar es el presidente Mujica que por si fuera poco ha legalizado la marihuana y el aborto. Nada menos que el mesías qué la “progresía” estaba esperando.

Los procesos terminaron (y terminaran siempre) de la misma forma: El perfeccionamiento del neo-capitalismo de izquierda de corte neoliberal, emancipado e igualitario lleno de lideres irreverentes repletos de “otredad” y “tolerancia” muy abierto a las nuevos dogmas, en un clima de determinismo económico donde todos buscamos que nos dejen vivir en paz y hagamos lo que se nos antoje, siempre y cuando respetemos una fraudulenta identidad colectiva. En nuestros países se sobrevive en un escenario donde la gente (en privado) goza de todas las libertades pero coexiste en una estructura de poder esencialmente autoritario donde cuestionar y oponerse de alguna forma a los caudillos es condenarse al ostracismo. Algo como un neo - capitalismo tardíamente reformado con una abertura ingeniosa y rápida para los más ricos. Basta imaginarse la “alianza estratégica” con la intocable Sumitomo Corporation que se lleva de la mina San Cristóbal en Bolivia, mas de 600.000 toneladas de riquísimos concentrados por año (sin que nadie diga esta boca es mía)

Un fundamentalismo patriotero - clientelar - mega corrupto e híper – narcisista donde las “transformaciones sociales” y “las conquistas por los pueblos originarios e interculturales” (es muy revolucionario vivir como yanquis de etiqueta azul, defendiendo su equidad) son una doctrina única, llena de chanchullos, pero resguardada como autentica, a sangre y fuego.

Este macabro melodrama post moderno llega al extremo desorbitado del credo político único, donde los intocables partidarios gozan de todos los privilegios y los ciudadanos disidentes que aspiran al libre pensamiento (o a cualquier otro que no sea el oficial o autorizado) son unos “enemigos” “impuros derechistas” en una clase asombrosa de “apartheid” post - Stalinista de la maquina suprema.
El lobo siempre será malo si solo escuchamos a la Caperucita Y apodan a ese extravagante intríngulis: “ Revolución Bolivariana”, “Proceso de Cambio” o “Revolución Ciudadana” por citar unos cuantos alias. Y uno se pregunta: ¿La democracia fue siempre así, cautiva, o la convirtieron?

Izquierdas del siglo XXI; reformuladas por los hijos del Che, de Bolívar y de Túpac Amaru, que como los vinos con los años se ponen mas deseables y que sirven los días de lluvia como “alimento para el alma” Sinó pregúntenles a los muchachos de Tribunal Supremo Electoral.
Sarkaj Jilas (adios hermanos) que la paz esté con todos ustedes