No tuve el privilegio de conocer personalmente a Don Jorge o que el me
reconociera en la multitud de jóvenes que siempre lo acompañaron. Nunca hable solo
con el, siempre lo escuche hablar… de los textiles, de Paramahansa Yogananda,
del oleo, del destierro, de la arcilla y del acrílico o el resultado del
partido de fútbol del domingo del tigre de sus amores. Nunca fui visible para
el. El Siempre tuvo la razón. Yo nunca se la di. Nunca pude.
De gran tamaño, enormes manos siempre de traje, corbata, chaleco y bastón, monumentales anteojos, barba tupida, temperamental, multifacético, pintor, ceramista, escultor, ingeniero, alfarero, pensador y poeta al mismo tiempo, tuve la suerte de verlo mientras nos acompañaba en las “Flaviadas” en la nochecita de algún sábado, o en alguna galería a la que yo acudía infiltrado de la mano de mi abuelo, donde otro artista plástico exponía su obra. Su opinión sobre la obra de sus pares siempre fue generosa y sincera al punto de dejar a mas de uno enmudecido por sus veredictos. Gran orador, lleno de expresiones académicas, solía hablar para cuantos quisieren escucharle por un largo rato frente a un cuadro o a un escultura, con pasión respeto y disciplina.
No sé si sería ese aire galante y
perfumado, desprovisto de arrogancia consciente, lo que le permitía entrar tan
fácilmente en el corazón de las personas. El “Tata”(como le llamaban sus
discípulos) era capaz de recordar con extraordinaria precisión cada pequeña
anécdota de su niñez y juventud, les otorgaba un encanto tan literario y
peculiar, que cuando las relataba, sin importar si la historia se desarrollaba
en Tiahuanaco, en la Plaza Belzu, o en un pueblito de España que a veces sólo
él sabía que existía. Tenia el talento de transportarnos allí con los
prodigiosos recursos del capote de su alma, llevándonos suavemente, a través de
las páginas de sus románticos esmaltes y engobes, entrelazados finamente, como
la novela de su propia vida, en la que sus oyentes, debíamos simplemente
rendirnos ante su evidencia.
Muy joven tuve el privilegio de leerlo en “Presencia” en “Ultima Hora” y alguna vez en “Opinion”
Columnas atemporales que si alguno de nosotros revisa hoy, nunca estarían fuera
de la actualidad del mundo y la nación. En
otro país, menos inclemente quizás hubiera sido un Picaso, un Dali o un Mondarian,
un gran maestro boliviano tozudamente necio y vanguardista, de una esencia, una
bandera de lucha y una fraternidad incomparables.
Supe por amigos y
familiares comunes de su enorme hospitalidad para recibir a cuanto visitante
pasare por su puerta o su vida, de su militancia incorruptible, de su amistad
con el comandante Ernesto Che Guevara, con Violeta Parra, con Regies Debray.
con Matilde Casazola, con Alfredo Domínguez,
con Lorgio Vaca, Gustavo Lara, Walter Solón,
Jenny Cárdenas, Coco Manto, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Carlos Palenque,
Pepe Ballón y con cientos de artistas e intelectuales bolivianos y extranjeros
que exceden esta memoria, de su pasión
por la mecánica, el tango y la música boliviana y mucho, mucho tiempo después,
luego de admirar cuidadosamente su colección de tejidos y artesanías andinas,
de su interminable sabiduría cósmica expresada en su alfarería mística o en los
tejidos mágicos e invaluables, que reunía con tanta devoción.
Entre nosotros nunca hubo palabras, no hacían falta, aunque el me las
pidiera para esta ocasión, como si yo supiera qué decir sobre su tarea
inclasificable colmada de potencia expresiva en palliris, madres e hilanderas e
interminables retratos de la niña de sus ojos, su hija Emanuelle, que este
evento nos permite compartir a todos en estos días, con el objeto de que su
obra y su grandeza se mantengan vivas.
El “Tata” nunca aceptó las veleidades de este mundo, pero se entremezclo
con todas. Tenía la capacidad de abrirse, ampliarse, de no saber, de hacer un
espacio, renovarse y crear algo nuevo. De atreverse a desarmar. A
destruir para construir sin miedo. A entregarse. A ser un receptor, a
dejar que aparezca y captar lo vivo.
Honesto, auténtico y apasionado. Frontal y jugado al extremo en lucha permanente por sus ideales. Interminable lector, poeta y melomano, con su obra develó símbolos no particularmente profanos como escribiría Man Cesped al que seguramente conoció en su juventud, sino sacros, y consagrados, aun ininteligibles para casi todos nosotros hasta que su obra sea completamente descifrada y estudiada por los especialistas pero bienaventurados sin el menor atisbo de duda. Símbolos sagrados que están llenos de significado espiritual.
Honesto, auténtico y apasionado. Frontal y jugado al extremo en lucha permanente por sus ideales. Interminable lector, poeta y melomano, con su obra develó símbolos no particularmente profanos como escribiría Man Cesped al que seguramente conoció en su juventud, sino sacros, y consagrados, aun ininteligibles para casi todos nosotros hasta que su obra sea completamente descifrada y estudiada por los especialistas pero bienaventurados sin el menor atisbo de duda. Símbolos sagrados que están llenos de significado espiritual.
Es ahora, cuando más extraño a ese gentil
caballero al que nunca le dirigí la palabra. No tuve
la ocasión. Lo miraba desde lejos con esa especie de pudor reverencial que, a
veces, te provoca la gente a la que admiras.
El “Tata” parecía no temerle a la vida, aunque esta, a veces, pareciera abrumarlo. El exilio, la prisión, los reveses y las decepciones, sin embargo, no lograron frenar su determinación, su inalienable militancia, su deseo de llevar a la práctica lo que el creía, con espíritu generoso, solidario y sensible. Andando por los caminos de la vida emponchado, con un señorío que lo pintó siempre de cuerpo entero. Y aunque en el mundo de hoy, escasean cada vez más los “Quijotes”, la hidalguía del Maestro Jorge Medina Medina, causó tan honda impresión en mí y en sus discípulos que nos resultaría imposible hoy concebir el honor, el decoro, el amor, la dignidad, la entereza y la vida misma de otra manera.
El “Tata” parecía no temerle a la vida, aunque esta, a veces, pareciera abrumarlo. El exilio, la prisión, los reveses y las decepciones, sin embargo, no lograron frenar su determinación, su inalienable militancia, su deseo de llevar a la práctica lo que el creía, con espíritu generoso, solidario y sensible. Andando por los caminos de la vida emponchado, con un señorío que lo pintó siempre de cuerpo entero. Y aunque en el mundo de hoy, escasean cada vez más los “Quijotes”, la hidalguía del Maestro Jorge Medina Medina, causó tan honda impresión en mí y en sus discípulos que nos resultaría imposible hoy concebir el honor, el decoro, el amor, la dignidad, la entereza y la vida misma de otra manera.
No sé si todavía lo oigo en medio de este encuentro
internacional de alfareros donde hoy se honra su memoria, con esa misma
cadencia de tangos, huayños y boleros que fueron fundiendo su alma, en la
confitería “Elys” , en su casa de la plaza Belzu, o en su luminoso taller en Amor
de Dios que conocí muchos años después de su desaparición.
Hoy, como en aquellas reuniones soleadas a las que nunca asistí, vuelvo a encontrarme con Don Jorge Medina y Medina, con su recuerdo y doy gracias a Dios por la gracia de poder compartir con ustedes estas palabras.
Hoy, como en aquellas reuniones soleadas a las que nunca asistí, vuelvo a encontrarme con Don Jorge Medina y Medina, con su recuerdo y doy gracias a Dios por la gracia de poder compartir con ustedes estas palabras.
Un enorme agradecimiento a todos los artistas por enviar sus trabajos y acudir
a ver su obra para acompañarnos este día a honrar su memoria.
Que les conste que era uno de los nuestros, uno de los mas imprescindibles.
Nos queda y nos quedará su trabajo, su genio, su cerámica mística. Con su
ausencia, se nos ha echado encima parte
del invierno. Aun siguen en la
ciudad las plazas desabrigadas que deberían exhibir sus esculturas, las paredes
blancas que debieron llevar sus murales, los caminos vacíos y los árboles
inexpresivos.
“Los arboles escribiría son lámparas visibles que palpitan en el corazón
donde habitamos”
Supo el “Tata” una vez que tenía abiertas las
puertas del cielo. Las tuvo porque en sus pinturas, su química secreta, en su
alfareria, sus guerreros eran ángeles. Fueron su pasaporte. No se equivocó. Su bandera y su camino por su mundo espiritual
que se asemeja cada vez más a su visión de luz, bondad y amor en medio del
desolado campo de batalla de la vida, aun
nos convoca a seguir por su propia senda
Maestro, ahora le digo adiós, antes
nunca me atreví. Su generosa sonrisa apagaba todos los adioses. Espérenos
como a todos los jóvenes en mi generación en cualquier café, no se dónde, en
cualquier café….
“Tata” . un abrazo, Maestro, padre, amigo, Espérenos del otro lado, en la inmensidad
amorosa del universo.
Jorge Medina Medina, siempre llevaremos
su abrazo en el corazón. Gracias.
Siempre
Museo Tambo Quirquincho, 22 de Abril 2017