miércoles, 3 de diciembre de 2014
De Rusia con Amor
Los días 19 y 20 de Noviembre tuvimos el placer de asistir al programa de la Orquesta Sinfónica Nacional “ Rusia Mágica” Auspiciado por la Embajada de la Federación Rusa y el Ministerio de Culturas.
A los amantes de la música rusa nos hubiera gustado que la selección de los piezas y compositores incluyera a Stravinski, Prokoviev o Shistakóvich pero el programa incluyó a obras no menos bellas de Mussorgski, Rimsky - Korsakov y Rachmaninov.
La presentación se inició con la obertura de la opera “La novia del Zar” de Nikolai Rimsky Korsakov, rara vez ejecutada. La obra ambientada en 1572 no figura en los catálogos internacionales escénicos con frecuencia (aparece en el numero 124 de las operas representadas en occidente entre el 2005 y el 2011 de acuerdo a las estadísticas de OperaBase), pero su ejecución es muy popular en la Federación Rusa. La obertura transcurrió sin sobresaltos.
La orquesta por la simplicidad de la estética musical, estuvo a la altura.
Luego de un breve intervalo, la orquesta paso a interpretar el Concierto para piano No. 2 op. 18 en do menor de Sergei Rachmaninov.
Esta probablemente sea su obra mas celebre.
Curiosamente esta obra (el detalle ni siquiera esta descrito en el catalogo indiscretamente firmado por el propio presidente de la Fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional, casi como un acta de carné) fue compuesta por partes.
Los últimos movimientos (no como tales, sino como segmentos aislados) fueron estrenados en 1900 por el autor, quien frente al éxito obtenido, lo convirtió en concierto agregándole el primer movimiento en 1901.
El moderato fue casi como en los cuadros de una exposición de Mussorski, acampanado.
El Adagio sostenuto con el tradicional cruce de manos en el piano exige un alarde de virtuosismo que estuvo siempre a la altura de la interpretación al piano.
El Allegro scherezardo nos puso intensos y románticos, me recordó los primeros conciertos de mi niñez donde, de la mano de mi madre, hacen mas de 30 años, el Maestro Boliviano Walter Ponce hoy profesor emérito de la universidad de California nos deslumbraba en el piano
Tiene compases parecidos al ultimo movimiento de la novena de Beethoven y si bien su ejecución fue algo dificultosa al piano y la orquesta estuvo un poco introvertida, el resultado final fue apoteósico y los pelos nos quedaron de punta dejándonos absortos y sin pestañear.
Marianella Ibelisse Aparicio Yuja pianista invitada, alumna de Instituto Laredo de Cochabamba, de donde vienen los grandes músicos bolivianos, de gran porte y belleza y larga y reconocida trayectoria, fue sin duda una valiente y apasionada interprete.
Atrevida y virtuosa como la calificaron durante sus conciertos en Polonia cuando le toco interpretar el mismo concierto junto a Itzahk Perlman, considerado el mejor violinista del mundo (excluyendo al Maestro Jaime Laredo por supuesto para sus fanaticos, incluyaseme)
Su papel no exento de alguno que otro error propio del difícil y artificioso arpeggiado de la obra fue sin duda fenomenal.
Christian Asturizaga el concertino llevo a las cuerdas con diligencia pero sin brillo
Los integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional requieren de mas roce internacional, mas critica y autocrítica y menos embelesamiento. Timoratos en su mayoría, debieron tratar de emular la osada y atrevida caracterización de Marianella.
La música sinfónica no solo se lleva en la partitura, se lleva en el alma como un cincelado a sangre y fuego que no solo es un torrente de emociones sino también una multitud de sacudidas internas que estremecen, encandilan, dramatizan y conmueven a la misma vida.
Y algo de eso les hace falta imperiosamente a sus integrantes.
El Maestro Mauricio Otazo Fagalde dirigió la orquesta mas o menos a la potosina. Sus modestos modales en la dirección, casi del siglo pasado, escurridizos e imprecisos, me hicieron pensar que en él, aun impera el temor de ser censurado, burocratizando su dirección hasta concluir el programa sin empapar nunca el smoking.
En el relato conductual hay una especie de silencio emocional en su batuta, que todos esperamos que los años saturen de pasión para convertirlo definitivamente en una referencia entre los melómanos.
La segunda parte fue mas discreta. Alguno que otro inconsciente dejo encendido su celular deplorablemente.
Escuchar los cuadros de una exposición de Modest Musorgski fueron como el nombre de su autor, modestamente ejecutados. La inolvidable partitura nos hizo suspirar entre los intermezzos y las Promenades
La libertad rítmica resultó muy natural en el Ballet de los Pollitos, consiguiendo unos trinos muy armoniosos. Las rapidísimas "appoggiaturas" en la mitad de "los Judíos" le dieron un carácter arrebatado. Si en Limoges sobresalió la belleza de la escritura original, en Catacumbas directamente ignoraron el espíritu de la partitura y atacaron al auditorio con los clasicos acordes a destiempo, buscando y encontrando un efecto bellamente devastador.
Quizá la Gran Puerta pida un poco más de solemnidad, pero fue absolutamente apabullante en los últimos compases, entendidos como "culmen" de toda la suite, como si toda la orquesta fuera tocada por el piano en la versión para orquesta esplendorosamente por Maurice Ravel.
La historia de las orquestaciones de Cuadros para una exposición es tan apasionante como la propia génesis de su composición. Aunque hoy en día se identifica esta obra casi exclusivamente con la orquestación realizada en 1922 por Maurice Ravel, por encima incluso de la versión original, existen cerca de una treinta de arreglos de estas características.
En cambio, la lista de versiones instrumentales de Cuadros de una exposición es inmensa y sigue creciendo a día de hoy.
A veces merece la pena arriesgarse y prolongar algo más de lo debido cierta frase, para potenciar su dramatismo más allá de lo predecible.
Los Cuadros de una exposición se prestan a ello, pero ninguno de los músicos ni el Maestro Otazo se atrevieron a transgredir.
Gran cantidad de publico para un concierto muy prometedor musicalmente hablando, con un Rachmaninov reluciente y un Mussorgsky frío, rígido y acerado por los músicos de la orquesta, apocados como su conductor.
Bien por Marianella, atrevida y audaz a pesar de sus pequeñas carencias.
Es hora creo de una necesaria una reflexión sobre el destino de la orquesta. No podemos continuar siendo una “promesa” en la ponderación internacional y menos aún mantener esa tímida modestia de un cuadro que por sus años y experiencia debería relucir ya por lo menos a nivel regional.
Esperemos el programa de navidad y la música que nos obsequiara el cuadro sinfónico nacional
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